Saludo del Obispo
Cáritas es la diaconía, el servicio de la Iglesia para la realización de la acción caritativa del Pueblo de Dios. Cáritas es la entidad oficial de la Iglesia Católica instituida para promover, coordinar, potenciar y orientar la acción caritativa y social de la Iglesia.
Cáritas es la acción sociocaritativa de la Iglesia. Caritas tiene muchas caras, pero sólo un corazón. Caritas ayuda a los más vulnerables, sin tener en cuenta su raza, ni su religión, en nombre de toda la comunidad eclesial.
Cáritas hace visible y patente el ejercicio del amor por parte de la Iglesia como “comunidad de amor”. Según dice Benedicto XVI: “El amor al prójimo, enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial, y esto en todas sus dimensiones: desde la comunidad local a la Iglesia particular, hasta abarcar a la Iglesia universal en su totalidad. También la Iglesia en cuanto comunidad ha de poner en práctica el amor. En consecuencia, el amor necesita también una organización, como presupuesto para un servicio comunitario ordenado” (Deus caritas est, 20).
La caridad cristiana compendia en sí toda la ley del Evangelio. Escribe el Papa: “El amor -caritas- siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa. No hay orden estatal, por justo que sea, que haga superfluo el servicio del amor. Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre. Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad. Siempre se darán también situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo” (Deus caritas est, 28).
Las organizaciones caritativas de la Iglesia son una obra propia suya, en el que ella no coopera colateralmente, sino que actúa como sujeto directamente responsable, haciendo algo que corresponde a su naturaleza. Afirma el Santo Padre: “La Iglesia nunca puede sentirse dispensada del ejercicio de la caridad como actividad organizada de los creyentes y, por otro lado, nunca habrá situaciones en las que no haga falta la caridad de cada cristiano individualmente, porque el hombre, más allá de la justicia, tiene y tendrá siempre necesidad de amor” (Deus caritas est, 29).
La caridad hace verdaderamente hermanos a todos los hombres en Cristo. Leemos en la encíclica “Deus caritas est”: “Según el modelo expuesto en la parábola del buen Samaritano, la caridad cristiana es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación: los hambrientos han de ser saciados, los desnudos vestidos, los enfermos atendidos para que se recuperen, los prisioneros visitados, etc. Las organizaciones caritativas de la Iglesia, comenzando por Cáritas (diocesana, nacional, internacional), han de hacer lo posible para poner a disposición los medios necesarios y, sobre todo, los hombres y mujeres que desempeñan estos cometidos” (Deus caritas est, 31).
Y continúa diciendo el mencionado texto: “quienes prestan ayuda han de ser formados de manera que sepan hacer lo más apropiado y de la manera más adecuada, asumiendo el compromiso de que se continúe después las atenciones necesarias. Un primer requisito fundamental es la competencia profesional, pero por sí sola no basta. En efecto, se trata de seres humanos, y los seres humanos necesitan siempre algo más que una atención sólo técnicamente correcta. Necesitan humanidad. Necesitan atención cordial” (Deus caritas est, 31).
Por ello, añade: “Cuantos trabajan en las instituciones caritativas de la Iglesia deben distinguirse por no limitarse a realizar con destreza lo más conveniente en cada momento, sino por su dedicación al otro con una atención que sale del corazón, para que el otro experimente su riqueza de humanidad. Por eso, dichos agentes, además de la preparación profesional, necesitan también y sobre todo una «formación del corazón»: se les ha de guiar hacia ese encuentro con Dios en Cristo, que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad (cf. Ga 5,6)” (Deus caritas est, 31).
En la comunión de amor que es Dios, el ser humano está llamado a descubrir el origen y la meta de su existencia y de la historia. “El programa del cristiano -el programa del buen Samaritano, el programa de Jesús- es un «corazón que ve»” (Deus caritas est, 31).
+ Julián Ruiz Martorell, Obispo de Huesca
Cáritas no es un apartado o una ONG de la Diócesis, es la misma Iglesia, que se organiza para servir a los pobres con espíritu evangélico. Benedicto XVI afirmó con toda claridad que «el ejercicio de la caridad es una actividad de la Iglesia como tal y que forma parte esencial de su misión originaria, al igual que el servicio de la Palabra y los Sacramentos.» (DCE 25). Por está razón, el Presidente de Cáritas Diocesana es el Obispo, Mons. Julián Ruiz Martorell.El Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos, de la Congregación para los Obispos, dice: «para realizar de manera eficaz la ayuda a los necesitados, el Obispo debe promover en la diócesis la Caritas diocesana u otras instituciones similares que, presididas por él, animan el sentido de la caridad fraterna en toda la diócesis y promueven la generosa colaboración de los fieles diocesanos en las obras caritativas de la Iglesia particular» (n. 195).